...soñé que las palabras que pronunciaban mi boca se quedaban suspendidas en el aire; que permanecían ingrávidas, sonando en un murmullo infinito que ni el tiempo ni la distancia lograrían jamás callar.
Soñé que no hay océanos que separen a los pueblos, sino puentes de cristal que unen culturas.
Hoy, desperté. Ya no hay quimeras que al abrir los ojos se difuminen en el aire como el humo del fuego; ya no habrá más silencio donde siempre debió escucharse la melodía del encuentro.
A partir de mañana, volveré a soñar. Y, esta vez, soñaré con la única voz del hombre que allende los mares recite la comunión entre los pueblos que hablan una misma lengua. A partir de mañana, soñaré...